El chico despierta, está sentado en un viejo parque, lo ocupan algunos columpios, bancos de piedra, un tobogán, dos antiguas fuentes y un viejo y majestuoso roble, un manto marrón y naranja cubre el suelo, algunas nubes tapan el sol de mediodía, hace algo de frío, creo que es noviembre, el otoño ha despeluchado los árboles, huele a fuego de leña, el aroma de las castañas asadas devuelve al chico la consciencia, hay una guapa chica de pelo negro sentada a su lado, sonríe y le habla:
-Hola, Adam.
Recuerda haberla visto hace mucho, aunque no sabe dónde exactamente, quizás en una vieja fiesta de instituto, quizás en el autobús de vuelta a casa, el caso es que le es familiar, y ya sea por su bonita sonrisa, o por sus bonitos ojos rasgados, se siente inmediatamente unido a ella, por eso, le contesta con toda naturalidad.
-Buenos días, ¿llevas esperando mucho tiempo?
-No, solo ha sido un momento- Ella no deja de sonreír.
El chico se estiró en el banco, bostezó y otra sonrisa igual a la de ella cubrió su rostro.
-Entonces, supongo que no hay ningún problema.
-Supongo.
Dos chiquillos entraban por la gran puerta del parque, corrieron hacia los columpios y sus gritos y risas llegaron hasta donde ellos se hallaban sentados, la pareja no les quitaba el ojo de encima, a Adam se le humedecieron un poco los ojos, ahora lo recuerda todo.
-No deberíamos haber venido aquí.
-Estamos donde me pediste.
-Quizá no debí pedírtelo.
-Es aquí donde quieres estar.
-Pero aquí también es donde más duele.
-Por eso, ¿Dónde la conociste?
-Allí
Adam señaló hacia los chiquillos, el niño empujaba a su pequeña amiga subida en el columpio, ella reía y reía y reía, y quería tocar el cielo, y todos estamos seguros de que lo hizo.
La chica se levantó del banco, sonriendo pero un poco enfadada.
-¡Qué envidia, Adam, colúmpiame a mí también!
Él se levantó y empezó a impulsarla en el viejo columpio con alegría, los niños no les prestaban atención alguna, siguieron con sus juegos y sus risas, que se mezclaron con las de ellos.
Al rato entró un grupo de chicas jóvenes al parque, cinco minutos después, entraba otro grupo, todo chicos, la chica de pelo negro parecía contrariada.
No sé por qué siempre os ha dado tanta vergüenza mezclaros, ¿no sabíais que perdíais el tiempo?
Supongo que era por la educación, vieja y estirada, por el qué dirán, y porque a las viejas del pueblo les gusta mucho darle a la lengua.
Pero perdéis el tiempo, ya te lo he dicho, ¿qué puñeta debería importaros el qué dirán?
-A mí no me metas en el mismo saco, observa.
Adam sacó un paquete de cigarrillos, encendió uno para él, y le ofreció otro a la chica.
-Quita, quita, no sabes el trabajo que me da esa porquería.
Al cabo del rato uno de los chicos se separó de su grupo, acompañado por las bravatas de sus amigos y algunas risas, fue hacia el banco donde ya le esperaba otra chica, miraba hacia el suelo, un poco nerviosa, a Adam pareció iluminársele la cara.
-No podrías creerte lo guapa que era, bueno, que es.
La chica de pelo negro como la noche sonreía y le contestó rapidamente,
-Lo creo, lo llevas escrito en la cara.
Adam no le quitaba los ojos de encima a la pareja del banco, quería levantarse y caminar hacia ellos, pero sabía que no serviría de nada, de repente, su graciosa y pequeña acompañante agachó la cara y la tristeza junto con algo de envidia parecieron invadirle.
-¿Por qué has querido que te recordara esto?
Esto no hacía falta que me lo recordaras, lo tengo clavado en el centro del cerebro, supongo que la elección fue pura nostalgia.
-Tanta nostalgia no es buena.
Adam no contestó, seguía mirando a la pareja, y ahora sí, algunas lágrimas mojaron las hojas secas, en el banco a lo lejos, la pareja se besaba tiernamente, aunque eran primerizos, parecían no tener prisa por aprender, besos entrecortados y risas mezclados con las lágrimas de Adam, éste pareció recordar algo de repente.
-¿Cómo ha quedado el coche de mi padre?
-Adam, no seas estúpido, está en el fondo del barranco, contigo dentro, ¿Qué importa eso?
-¿Y qué fue de la pareja de la moto?
-Están en el hospital, juntos, vivirán.
-Supongo que entonces ha valido la pena.
La chica no habló, miraba hacia los dos enamorados.
-No sabes la envidia que me dais, hacéis tan buena pareja.
-La verdad, creo que ya he visto bastante- parecía cansado.
-¿Crees que te faltó algo por hacer?
-Nada importante, ya has visto lo que valía la pena ver.
-Te creo, vámonos.
-Espera, espera, ¿Cómo tengo que llamar a Dios?
-No voy a llevarte a ver a ningún dios, no estamos de turismo, ¿Para qué querías verlo?
Adam levantó el puño amenazadoramente y pronunció con una sonrisa,
-¡Para ajustarle las cuentas!
Los dos rieron con la broma, a mí no me hizo mucha gracia la verdad.
-Espero que tardes muchísimo en traerme a Sara, Muerte.
-Yo también lo espero, Adam, hasta entonces, cuídate.
La pareja de enamorados no pareció notar cómo se esfumaban las dos figuras del lejano banco, los chiquillos seguían riendo y jugando,
así seguirían siempre.
Con todo mi cariño (y una sensación mas difícil de explicar) a Sara, y a Neil Gaiman.
Por Mexicano