Una vez pasada la euforia futbolera llega la realidad. Un grupo de ciudadanos ha ganado una copa y un montón de pasta. La mayoría hemos perdido en sanidad, educación, derechos laborales, servicios sociales y un largo etcetera, con la excusa de una crisis que no es más que una estafa consentida y auspiciada por los poderes políticos y económicos.
Sería de desear que con la misma euforia que se ha salido a la calle a celebrar el triunfo del equipo, también se salga a mostrar la repulsa por las consecuencias de esta gran estafa, a exigir que nos devuelvan lo que nos han quitado y que paguen los responsables, los que decían que tenían la solución cuando son parte del problema. Este sí que es un partido que debemos y podemos ganar.