Os traigo un artículo de un liberal DE VERDAD, no del sucedáneo hipócrita que es Esperanza Aguirre.
Esperanza Aguirre no es la esperanza que esperamos los liberales. Representa, si acaso, la desesperanza de ver cómo la palabra liberal se emplea una y otra vez para tapar las vergüenzas del conservadurismo, y cómo las ideas liberales se distorsionan y se trocean para usar tan sólo aquello que mejor encaja en la agenda conservadora. La lideresa personifica como nadie la mezcla turbia de un liberalismo económico escaso y selectivo con un conservadurismo firme y orgulloso en todos los demás campos. Nuestra Dama de Hierro cañí comparte mucho más con sus compañeros de partido democristianos y conservadores que con los pocos liberales de nuestra geografía. Por eso está donde está: en un partido profundamente antiliberal, un partido casi socialdemócrata en economía y muy conservador en las demás cuestiones. Y por eso ni se saldrá de ahí para unirse a un partido sólo liberal (o crear el suyo) ni tampoco se las arreglará para tomar el poder en el PP y convertirlo en una opción liberal. Si lograra desbancar a Rajoy y mandar en Génova apenas cambiaría la política económica, dejando el resto igual. E incluso en ese campo seguiría impulsando una política “liberal-conservadora”, intervencionista y monetarista. A Hayek y a Mises los tiene de adorno en sus estanterías. No hay más que ver su acción de gobierno. De acuerdo, no tiene las manos enteramente libres porque la legislación nacional constriñe en cierta medida su poder en Madrid. Pero lo que rezuma de su política al frente de la región es conservadurismo, no liberalismo, y revela cuál sería su rumbo como hipotética presidenta del gobierno: privatizaciones para los amigos (à la Aznar) sin liberalización real, en un ejemplo de libro de lo que los anglosajones llaman crony capitalism; exaltación nacionalista y de los valores tradicionales, e ingeniería sociocultural para moldear la sociedad conforme a esos valores.
El gasto desmedido de la Comunidad de Madrid, la manipulación de una televisión pública que naturalmente se niega a privatizar, la intervención en Cajamadrid-Bankia y la colocación de su amigo Rodrigo Rato al frente de esa entidad, son ejemplos de una considerable desviación respecto al itinerario liberal que dice seguir. Ese itinerario debería pasar por la plena liberalización de los servicios públicos y su devolución a la sociedad, es decir, su privatización. La universalidad de acceso se garantizaría mediante sistemas de cheque escolar y sanitario para las personas con menos recursos. Sin embargo, la presidenta prefiere seguir apostando por su particular versión del Estado del Bienestar. O de verdad se cree esa media tinta o es una cobarde que no se atreve a llamar a las cosas por su nombre, a plantar cara a los colectivistas de su partido y a defender en el PP la necesidad de desmontar el hiperestado. Claro, que desmontarlo reduciría considerablemente el volumen, el poder y el presupuesto del botín a administrar por su partido. Es verdad que la Comunidad de Madrid no puede, por sí sola, adoptar medidas de privatización de servicios y universalización mediante cheques. Pero ni lo propone a la sociedad como modelo futuro ni se lo exige a Rajoy ni lo llevaría nunca en su programa electoral, aunque mandara ella en Génova, por miedo a no ganar las elecciones. Y por ese miedo los “liberal-conservadores” nunca hablan claro ni le dicen a la sociedad las verdades del barquero. Por ejemplo, que las pensiones no están garantizadas, que el Pacto de Toledo es una auténtica estafa y que la única solución es transitar con sentido común hacia un sistema de capitalización individualizada para cada trabajador. Y por ese mismo miedo, o quién sabe por qué intereses y alianzas, plantean medidas que favorecen los conciertos económicos con determinadas empresas educativas (es decir, el intervencionismo subvencionador a favor de la Iglesia Católica) en vez de hablar abiertamente de privatización para que de verdad haya elección libre y no únicamente entre los colegios que el PP o la Conferencia Episcopal quieran.
A Esperanza Aguirre, como a todo el PP, lo que le haría falta es que existiera una especie de “Izquierda Unida liberal” que le sacara los colores por no ser ella misma suficientemente liberal. Un partido liberal completador de mayorías, que le diera los votos necesarios para gobernar y aprobar los presupuestos cada año, pero que también le obligara a no desviarse hacia el colectivismo y además refrenara sus impulsos más conservadores en cuestiones morales y de derechos individuales. Un FDP a la española, en suma. Pues bien, existe y poco a poco madurará y cumplirá ese papel.
Los partidos no pueden estirarse como el chicle, y el PP no puede aspirar a albergar en su seno a centristas, reformistas, democristianos, conservadores, postfranquistas y, en un absurdo totum revolutum, también liberales. Los liberales somos un tercer polo con entidad e identidad propias. Somos, como decía Hayek, simultáneamente lo contrario de los socialistas y de los conservadores. Siempre que hablo con algún “liberal-conservador” (es decir, con algún conservador mal disfrazado de liberal) me sale con el voto útil, con la necesidad de una alianza para que no venza la izquierda, etc. Pero siempre pretende hacer que los liberales aceptemos mucho menos liberalismo económico del que defendemos, y traguemos encima con las arcaicas imposiciones conservadoras en las demás cuestiones. En esas condiciones, hacerle el juego a estos carcas a cambio de cuatro migajas mal contadas de libertad económica (véanse los ocho años de gobiernos de Aznar) es muy mal negocio. Y en España los liberales llevamos tres o cuatro décadas de mal negocio.
Va siendo hora de que los liberales honestos que pueda haber en el entorno del PP comprendan de una vez que están en el partido equivocado, que el PP (incluso el madrileño) no es realmente liberal, que ahí no van a conseguir avances para la libertad (no hay más que ver el apoyo impresentable del PP a la Ley Sinde). Va siendo hora de que entiendan que influirían mucho más en la política desde fuera del PP, contribuyendo a construir un pequeño pero efectivo partido liberal que en unos años llegara a resultar determinante de la acción de gobierno. Es lo que ocurre en casi toda Europa, y ya va siendo hora de acabar con el cuento de que Spain is different y con excusas como que “nuestro sistema electoral lo dificulta” (también se lo dificulta a IU, y ahí está) o que “nuestra sociedad no está preparada para entenderlo” (nuestro diez por ciento de la sociedad lo está sobradamente). La torpe codicia de los dirigentes del PP les ha llevado a torpedear durante décadas cualquier conato de partido liberal, prefiriendo quedarse en la oposición en cientos de ayuntamientos y comunidades antes que gobernar con los liberales, como en Europa.
Para que Esperanza fuera la esperanza le haría falta bastante más rebeldía contra el estatalismo y contra el corporativismo (Gran Estado + Gran Empresa = Gran Hermano), y también le haría falta bastante menos acomodamiento al establishment. Para ser parte de la solución necesitaría no ser parte del problema, y el principal problema que tenemos (lo dicen los ciudadanos cuando se les encuesta) es la casta transversal del PPSOE, una élite que se ha adueñado de nuestro sistema político y mantiene con vida el cadáver del hiperestado porque de él se nutre. Y, claro, pedirle a esta señora que se salga de ahí a estas alturas es como pedir la luna.
Juan Pina, presidente del P-Lib
http://www.juanpina.com/ideas/politica-espanola/esperanza-no-es-la-esperanza
Ahora cogéis y saltáis con lo de "socializar las pérdidas", malditos demagógos.