¿De verdad sabemos lo que comemos cuando compramos un producto? ¿Tenemos capacidad y conocimientos para poder analizar el etiquetado?
“La gran industria alimentaria tiene tiempo, recursos y dinero para estudiarse la ley, para saber cómo funciona, para pensar en los mensajes que van a estampar en los envases… Cómo van a presentarlo todo”, explica la periodista. “Y nosotros no tenemos ni idea de cómo son las leyes, ni de cómo funcionan, ni de cuál es su alcance, ni de cómo es ese lenguaje y, además, leemos con prisa, con poco tiempo, en unas condiciones que no son las mejores porque estás en un súper con el niño, vas cansado, corriendo hacia otro lado. No tienes tiempo para leer”.
Leer el etiquetado de los alimentos y aprender a interpretarlo es la más útil herramienta que tenemos los consumidores para llevar una alimentación saludable. O, al menos, para decidir no llevarla de forma consciente, evitando que nos engañen constantemente.
“Al final no es solamente que te compres algo que no es sano pensando que es sano, sino que a veces te compras algo pensando que tiene unos ingredientes de cierta calidad y que merece ese precio y resulta que no los tiene”, explica Caorsi a DAP. “Tú dices, ¡qué bien esta crema de bogavante! Y resulta que dentro tienes almidón de patata, grasa de palma y de bogavante no hay nada de nada”.
¿Creéis que es necesario que la población reciba información nutricional ya en la escuela? ¿Es la única herramienta que realmente va ayudar a los futuros adultos a hacer buenas elecciones de compra?