Así es. Ya no está de moda decir "el negro de mierda ese", "el puto gitanaco" o "el mohamierdas" de ahí. Ahora ya no parece importar la raza, o al menos, no como un primer plano adjetival.
Ahora, lo que se lleva es meterse con la condición física. Y no con aspectos como la estatura (ya sea baja o excesivamente elevada), las partes faciales (ya sea un individuo poco agraciado o realmente desagradable de ver) o incluso otras ultrapartes como la inteligencia (generalmente, si no es un ser de nuestro entorno, carente de ella a nuestros ojos).
No, ahora lo que está de moda es decir "el puto gordo de mierda" "la gordaca de los cojones" o "el gordo asqueroso ese".
Los tiempos cambian, y los odios y desprecios de las gentes, también. El nuevo racismo abarca también la talla de los pantalones. Si vemos a una conductora de color que casi nos hace salirnos de la rotonda ya no gritamos "puta negra de mierda", sino "puta gorda negra de mierda!!", y si vemos a un hombre de raza blanca, protestante y arianizado, que entorpece nuestro paso ya no exhalamos "puto alemán nazi de mierda", sino "puto zampabollos del norte de los cojones".
Me gusta ver como las razas ya no son un problema en nuestra sociedad. Los pueblos se están culturizando cada vez más contra el racismo. Ahora, sólo queda, el racismo de obesos.
Es un llamamiento a la psicosociología humana, a una mejora en nuestra conducta, y, por qué no, a que los nuevos enfermos del siglo XXI dejen de comer como si les fuera la vida en ello y mejoren su condición física y por ello, su reconocimiento en la sociedad.