La Comunidad de Madrid esta semana pasada concedió un premio a Juan Ramón Rallo por su trayectoria académica. En condiciones normales soy de los que se alegra cuando alguien salido de la pequeña blogosfera española (especialmente alguien con el que solía discutirme) recibe un reconocimiento. Al fin y al cabo, somos pocos y nadie nos hace demasiado caso, así que siempre es bueno que alguien emerja de las tinieblas. En este caso, sin embargo, el premio me ha puesto de mal humor.
Dicho muy breve: Juan Ramón Rallo será un tertuliano decente (no lo sé – no presto demasiada atención a los medios españoles), un divulgador entusiasta y un escritor polémico, pero como investigador académico no es, al menos aún, gran cosa. En Nada es Gratis repasan un poco sus (escasísimas) publicaciones, señalando que no tienen nada que ver con lo que en cualquier país sería visto como un curriculum académico serio, no por nada, sino aunque solo sea porque aunque hubiera querido, su juventud unida al tiempo que le ocupan sus actividades extra-académicas probablemente no le han dejado tiempo para publicar en la American Economic Review. Lo que no dicen por ahí, porque son demasiado educados, es que Juan Ramón Rallo no está haciendo nada remotamente parecido a economía seria, sino puro chamanismo económico: la escuela austriaca y la defensa patrón oro.
El programa de investigación de Rallo es el de una escuela que el 90% de la comunidad académica considera un callejón sin salida intelectual. Nadie presta atención real al patrón oro ni a teorías de ciclo económico en círculos académicos serios, más que como una curiosidad histórica. Fuera de una pequeña y próspera industria de Randianos, cultistas de Ron Paul y el ala más conspiranoica del conservadurismo americana, la vuelta al patrón oro es vista como un fetiche absurdo, comparable con en grado de obsolencia con leer a Karl Marx a pies juntillas y defender la dictadura del proletariado. Puestos a proteger a especies en vías de extinción, estaría bien que el sector público dirigiera sus esfuerzos a otros sitios.
Si algo tiene de interesante la escuela austriaca, más allá de cuatro paradojas curiosas solucionadas hace ochenta años, es su intensidad ideológica. Los austriacos, por algún motivo que se me escapa, se han convertido en el brazo vociferante del liberalismo en España, el equivalente patrio a la curva de Laffer y el fervor anti-impuestos de los republicanos en Estados Unidos. Un cierto sector de la derecha española ha decidido abrazar a (una parodia de*) Hayek como Alfa y Omega de su programa de gobierno, hasta el punto de entronizar a cualquier comentarista que lo cite con reverencia como un pope en la constelación mediática conservadora.
Es precisamente ese perfil el que le ha dado la posibilidad a gente como Rallo de llegar a dónde ha llegado y le ha permitido servir a la causa del “liberalismo” en nuestro país. Es activismo, divulgación y/o propaganda, con gente trajeada citando profunda teoría económica desde el think tank asociado al movimiento político para darle una pátina de respetabilidad. Es una actividad perfectamente aceptable, ciertamente (es una de las cosas que hago para ganarme la vida) pero no tiene absolutamente nada que ver con la investigación académica. Juan Ramón Rallo es un tipo inteligente, eso es innegable. Es muy bueno en lo que hace. Pero lo que abunda en su curriculum, no es trabajo académico, son sobre todo mérito políticos. Esto hace que darle un premio de investigación, especialmente habiendo candidatos obviamente mejores que tuvieron el infortunio de no llevarse todo lo bien que habrían debido con el traductor Carlos Rodriguez Braun, sea algo que para cualquier persona con dos ojos en la cara resulte sospechoso.
Lo realmente escandaloso de todo este asunto, sin embargo, no es que alguien haya ganado un premio que no merece del todo (mirad los Oscar este año, vamos), sino que la Comunidad de Madrid, con dinero público, esté poniendo un cartel enorme de que lo que se prima en España no es el mérito, el esfuerzo y la capacidad; sino la cercanía al poder y el activismo político. Lo de la semana pasada no es en absoluto un caso aislado, sino un ejemplo más de una larga serie de reconocimientos, prebendas y favores a académicos más famosos por soltar largas diatribas en radio y televisión que por su capacidad investigadora. En una tradición tristemente familiar en la universidad española, la mejor forma de llegar lejos y que te den premios es ejercer de brazo gafoso del político de turno en los medios, no partirse la cejas sacando algo remotamente creativo. Una cacicada como cualquier otra. En fin.
Vale la pena abrir una reflexión sobre el modelo de negocio de los activistas políticos en España. En principio, puede ser tolerable que con dinero privado instituciones con una determinada ideología política promuevan el austroeconomismo, el materialismo dialéctico o el culto a monstruo espagueti volador: así funcionan las cosas en Estados Unidos, dónde este grupo tiene sus fundaciones, sus universidades e instituciones. En España, sin embargo, se ha transplantado este modelo pero, a falta de donantes privados, se han planteado como un chiringuito subvencionado por el Estado del cuál viven un grupo de de rent seekers. La ironía final es que estamos hablando de que el lobby liberal está compuesto por un grupo de intelectuales orgánicos.
*: No niego que Hayek diga cosas interesantes de vez en cuando. Las dice, igual que Marx. Pero del mismo modo que no hay nadie por el mundo escribiendo sesudos papers sobre cómo hacer funcionar una economía planificada sin un mecanismo de precios que sea tomado en serio, hablar del patrón oro en los mismos términos merece un respeto parecido. En teoría, por cierto, una economía planificada sin precios es posible; las matemáticas cuadran. El patrón oro no cuadra ni en teoría, pero ese es otro tema.
Fuente: http://politikon.es/2012/04/15/de-premios-famoseo-y-lisonjas/
La verdad es que el otro día vi este artículo mientras buscaba un paper (algo muy paradójico dado lo que dice el artículo). Últimamente veo mucho a este personaje ir de plató en plató, como si de una estrella de cine se tratase, porque si algo hemos aprendido de la crisis, es que los economistas son las nuevas superstars, aunque a veces más que brillar por sus aportaciones más bien se pavonean en aras de pregonear su propaganda política. En el caso de Rallo veo que no es una excepción. Si alguien ha seguido últimamente los programas semanales (La Sexta Noche, El Objetivo, etc.) es más frecuente percatarnos de la presencia de este señor. La imagen que se da es la de economista, y véase que cuando en este país se dice economista y, para más inri, la intervención del mismo va acompañada de palabros y tecnicismos que suenan bien para el oído menos asiduo al estudio de la economía, vemos que se produce un efecto fangirl donde la gente aclama a alguien que utiliza su imagen de trajeado (cuanto daño ha hecho HIMYM) y empieza a soltar una ristra de teorías económicas que a muchos les sonará a oro puro. Es muy frecuente ver reacciones de ese público fan que siguen la tónica del alabo desmesurado y a la vez desprecio a toda la comunidad económica por el simple hecho de ir contracorriente, de dar una imagen de voy contra todo partido político y si es hablando con términos económicos mejor. Sin embargo, para cualquiera que sepa un poco de economía o incluso alguien un poco avispado, basta con revisar el CV de este señor para saber si realmente estamos hablando de un economista o de un divulgador que ha llegado a la cima de los medios de comunicación cogido de la mano política y, por ende, ideológica.
Qué entendemos por economista? Bien, para responder esta pregunta podemos ir plantearla con otra parecida: Qué entendemos por un científico? Como muchos sabrán, un científico no es alguien que únicamente se sacó una carrera de ciencias y el doctorado, sino que además realiza una labor investigativa que aporta algo a la ciencia para que a posteriori otros puedan utilizar como base para sus investigaciones, o que genere cualquier tipo de bien que pueda generar una utilidad y crecimiento al estudio de la ciencia. Pues con un economista ocurre lo mismo, ya que al fin y al cabo, la mayoría de economistas serios no únicamente se dedican a escribir libros, a divulgar en columnas de periódicos, sino que tienen una labor investigativa que debe ser reconocida por sus colegas de la academia y que pueda aportar algo al estudio. Por lo que vemos, en el artículo se cita que en este aspecto Juan Ramon Rallo más bien no destaca, sino que podríamos decir que es más bien un divulgador, buen divulgador, y también polémico, pero no un economista.
Qué quiero decir con esto? Bien, me parece bien que haya divulgadores, personas que se dediquen a transmitir las enseñanzas y méritos académicos de otros al oído popular, sin embargo creo que caemos en un error en creer que un divulgador es alguien que aporta algo al campo más allá de lo que indica la propia palabra divulgar. La economía, a diferencia de la física, la matemática, química, biología... Va muy de la mano de la política, y creo que es por eso que en este caso se dan casos donde este señor ha llegado a escalar puestos y a acercarse a la corriente liberal de la mano política que, para cualquiera que estudie economía, políticas, etc... Por desgracia ha llegado hasta la institución universitaria y que, creo que no aporta nada a la labor académica que el centro de estudio de la misma se convierta en una referencia donde se posicionen aquellos que han sabido ver el oportunismo político y no aquellos que realmente aporten algo a la comunidad económica. Más aún cuando todo esto se sustenta con dinero público.
Por desgracia, y en este foro lo he visto en muchas ocasiones, cuando vemos a este señor en la tele, muchos le reconocen como economista, incluso menosprecian al resto simplemente porque es un buen tertuliano, sabe llevar la oratoria en el debate y ya está, pero no deja de ser eso. Creo que no hay que caer en el error de posicionar a esta gente como referentes tecnócratas ya que realmente y como bien dice el artículo, no son más que meros divulgadores.
A lo largo de mis estudios, he conocido a gente que realmente sí que se les puede llamar economistas con letras mayúsculas, gente que ha aportado algo al campo económico, incluso la propia universidad y otras más utilizan esa labor para transmitir a sus alumnos, sin embargo, por desgracia, no tienen tanto eco al no salir en los medios ya que como buenos académicos, pasan más de la política y se dedican a estudiar e investigar, que es lo que deben hacer.