Sueñan las pulgas con comprarse un perro
y sueñan los nadies con salir de pobres,
que algún mágico día
llueva de pronto la buena suerte,
que llueva a cántaros la buena suerte;
pero la buena suerte no llueve ayer, ni hoy,
ni mañana, ni nunca,
ni en lloviznita cae del cielo la buena suerte,
por mucho que los nadies la llamen
y aunque les pique la mano izquierda,
o se levanten con el pie derecho,
o empiecen el año cambiando de escoba.
Los nadies: los hijos de nadie,
los dueños de nada.
Los nadies: los ningunos, los ninguneados,
corriendo la liebre, muriendo la vida, jodidos,
rejodidos:
Que no son, aunque sean.
Que no hablan idiomas, sino dialectos.
Que no profesan religiones,
sino supersticiones.
Que no hacen arte, sino artesanía.
Que no practican cultura, sino folklore.
Que no son seres humanos,
sino recursos humanos.
Que no tienen cara, sino brazos.
Que no tienen nombre, sino número.
Que no figuran en la historia universal,
sino en la crónica roja de la prensa local.
Los nadies,
que cuestan menos
que la bala que los mata.
Quisiera saber por qué estoy en esta cárcel metido,
tratado como un bandido que no quiero ser, ni soy.
¿Por qué me condena hoy la sociedad corrompida?
Si delito ha cometido el que no gozó jamás,
el que goza más y más tendrá culpas más atroces,
que son delitos los goces mientras lloran los demás.
Paso la noche y el día soñando siempre con verte,
y si aborrezco la vida, me causa pavor la muerte.
Morir. ¿Debería de morir? No, jamás.
Más si no puedo vivir como viven los demás,
aumentaré en uno más la lista de los que gimen.
Y sepan los que me oprimen,
que sólo mi vida arrastro,
por escupirles en el rosto,
la miseria de sus crímenes.