Cantar de Roncesvalles
El Cantar de Roncesvalles es, junto al del Mío Cid, el otro testimonio conservado de la antigua épica española, aunque de él sólo nos ha llegado un centenar de versos. El poema debió componerse en Navarra a finales del siglo XIII. Estamos, pues, ante una muestra de épica tardía conectada con la materia carolingia.
Carlomagno ha conquistado toda España salvo Zaragoza. De regreso a Francia, encarga la retaguardia de su ejército a Roldán, que es sorprendido por los moros en Roncesvalles. Al ver la magnitud del desastre, Roldán tañe su trompa pidiendo auxilio a Carlomagno y los musulmanes huyen. Al llegar el emperador, persigue a la hueste sarracena. De nuevo en Roncesvalles, Carlomagno busca a sus allegados entre los cadáveres y regresa a Francia para enterrarlos.
El enperador andaua catando por la mortaldade
vido en la plaça Oliueros o yaze
el escudo crebantado por medio del braçale;
non uio sano en eyll quanto un dinero cabe;
tornado a orient como lo puso Roldane.
El buen enperador mando la cabeça alçare
que le limpiasen la cara del poluo e de la sangre.
Como si fuese biuo començolo de preguntare:
«Digádesme, don Oliueros, cauayllero naturale,
¿dó deyxastes a Roldán?, digádesme la uerdade.
Quando uos fiz compaineros diestesmes tal omenaje
por que nunca en vuestra vida non fuésedes partidos maes.
Dizímelo, don Oliueros, ¿dó lo ire buscare?
Io demandaua por don Roldán ala priesa tan grande.
¡Y a mi sobrino, ¿dónt vos ire buscare?»